La corrupción electoral en EE. UU. y P.R.

Artículo publicado en El Nuevo Día "Dinero privado y política: mala sociedad".
El 21 de enero de 2010 el Tribunal Supremo de Estados Unidos legitimó la corrupción electoral al permitir que cualquier corporación o institución pueda manipular la voluntad de la ciudadanía para elegir a sus representantes.
En el caso de Citizen United v. FEC, el Tribunal revocó (5-4) una disposición federal centenaria que prohibía que corporaciones e instituciones respaldaran económicamente, sin límite alguno, a candidatos que representaran sus intereses particulares en las elecciones, aunque estos fueran contrarios a los mejores intereses de la ciudadanía.
La opinión disidente del juez Stevens (con la anuencia de los jueces Breyer, Ginsburg y Sotomayor) señala que los intereses corporativos pueden confligir con los intereses de los electores y suscitan preocupaciones legítimas sobre su rol en el proceso electoral.
Como resultado de esta decisión, los gastos eleccionarios de corporaciones e instituciones aumentaron un 900% entre las elecciones de 2008 y 2016.
En 2020 el total de gastos electorales incrementó hasta alcanzar la cifra de $15,000 millones de un total de $5,700 millones en 2008.
Se estima que en el 2024 los gastos de campañas políticas ascendieron a la astronómica cifra de $16,000 millones.
Este año el billonario surafricano Elon Musk invirtió $277 millones en la campaña del Partido Republicano.
Participó activamente en los actos políticos del candidato Trump. Utilizó su medio social “X” (anteriormente Twitter) para influenciar a sus cerca de 600 millones de subscriptores.
Según el Washington Post, la fortuna de Musk, considerado el hombre más rico del planeta, aumentó por $170,000 millones desde noviembre 5.
O sea, invirtió $277 millones y su riqueza aumentó en $170,000 millones en apenas unas semanas.
La contribución de Musk influyó marcadamente en la victoria de Trump y logró un margen de 1.5 puntos en una elección cerrada (versus 4.4 de Biden en 2020; 7.2 de Obama en 2008; 8.5 de Clinton en 1996; 18.2 de Ronald Reagan en 1984 y 23.2 de Nixon en 1972).
Igualmente, Musk contribuyó a que los incumbentes senadores demócratas de los estados de Montana, Ohio y Pensilvania perdieran sus escaños, proveyéndoles al partido republicano el control del Senado 53-47.
Musk se ha convertido en casi presidente: comparte con Trump diariamente, participa en reuniones con líderes mundiales y hasta acompañó a Trump a la inauguración de la restaurada Notre Dame en París.
Trump lo nombró a cargo de un comité para reducir el tamaño del Gobierno, sin importar el indiscutible conflicto de intereses que representa que intervenga con las estructuras agenciales que reglamentan sus negocios particulares.
Su personalidad narcisista e insaciable no tiene límites. Ejemplos recientes son la paralización de un proyecto de ley bipartidista, sus amenazas a legisladores republicanos que no respalden sus posiciones y su intervención en el proceso electoral de Alemania apoyando a la extrema derecha en sus elecciones.
La situación colonial de Puerto Rico impregna el escenario electoral local. Las decisiones de jueces nombrados por un presidente no elegido por los puertorriqueños y confirmados por un Senado sin representación puertorriqueña afectan los resultados electorales.
Esta situación permitió que un grupo de empresarios escondidos tras un PAC pudieran lanzar una campaña publicitaria difamatoria en contra del candidato Juan Dalmau, catalogándolo de comunista.
Fue un bulo que difundieron sin ninguna evidencia y aunque el candidato lo desmintió. Se sirvieron de la consigna del legendario propagandista nazi Joseph Goebbels: “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
La decisión del Supremo presidido por el Juez Roberts (con la anuencia de los jueces Kennedy, Thomas, Scalia y Alito) violenta la pureza del proceso electoral concebido por los fundadores de la nación.
La opinión disidente resaltó: “While American democracy is imperfect, few outside the majority of this Court would have thought its flaws included a dearth of corporate money in politics.”
El Tribunal Supremo permitió que una persona pueda abiertamente imponer sus intereses particulares manipulando a los ciudadanos para que asuman posiciones en contra de sus mejores intereses. Esto demuele los principios fundamentales de una democracia.