“Despacito” y Puerto Rico

Artículo publicado en El Nuevo Día.
El video musical “Despacito”, con su pegajoso ritmo, es el primero que rompe la barrera de los 3,000 millones de “views” en YouTube.
Si bien la canción ha logrado un merecido reconocimiento en su género y escalado niveles internacionales nunca antes alcanzados, ¿le conviene a Puerto Rico asociarse con los visuales y letra de “Despacito” y que esa sea la cara de esta nación caribeña ante el mundo?
El turista objetivo (“target”) de clase media alta proviene mayormente de Estados Unidos, pues por el mercado europeo la Isla no puede competir en gran escala con Cuba y República Dominicana, países que ofrecen precios, rutas y visados más convenientes.
Desde las campañas publicitarias del legendario David Ogilvy, la imagen que se ha vendido de Puerto Rico muestra una naturaleza cautivadora, un Viejo San Juan mágico, una cultura diversa desde el folklore hasta Pablo Casals y un país en desarrollo con una industria turística emprendedora.
En época más reciente se utilizaron portavoces como José Ferrer, Raúl Juliá, Mike Benítez, Chi Chi Rodríguez, Gigi González, Francisco Rodón, Justino Díaz y hasta el editor de comida del “New York Times”, Craig Claiborne, exaltando la cocina puertorriqueña.
“Despacito” se desarrolla en la barriada “La Perla”, inmortalizada por Oscar Lewis en “La Vida” y René Marqués en “La Carreta”.
¿Es una buena idea asociarse y proyectar a ese Puerto Rico en lugar de sus hermosas playas, el Viejo San Juan, el Yunque y las bahías fosforescentes? ¿Está preparada la barriada para recibir a turistas que quieran divagar por el dramático malecón mostrado en el video?
¿Es la mejor cara de Puerto Rico la de jóvenes bailando y perreando en las calles en horas laborables mientras niños disfrutan de la diversión y el ocio y adultos escuchan la radio holgadamente o juegan dominó?
¿No contrastan estos visuales festivos con la realidad de un país que atraviesa por su peor crisis socioeconómica con altos niveles de desempleo, deserción escolar, corrupción, enfermedades mentales y clamando una crisis humanitaria?
La letra de la canción incluye estas expresiones: “Quiero desnudarte a besos despacito”, “Que le enseñes a mi boca tus lugares favoritos”, “Déjame sobrepasar tus zonas de peligro hasta provocar tus gritos”, “Sabes que esa beba está buscando de mi bambam”, “Quiero, quiero, quiero ver cuanto amor a ti te cabe”, “Esta belleza es un rompecabezas pero para montarlo aquí tengo tengo la pieza” y “Vamos a hacerlo en una playa en Puerto Rico hasta que las olas griten ay bendito”.
¿Es este el lenguaje y valores a los que se deben exponer a los niños y niñas puertorriqueñas y a familias visitantes?
Puerto Rico no puede competir con La Habana o Madrid como destino musical hispano. En estas capitales la música en vivo es parte de la vida nocturna. Puerto Rico tuvo su momento musical dorado cuando los hoteles ofrecían música local en vivo y el Club Caribe presentaba espectáculos con Lucecita Benítez, Nydia Caro, Tony Croatto y Marco Antonio Muñiz. El Viejo San Juan tenía una oferta que incluía el Ocho Puertas, La Tahona, La Tea, el Primitivo y Sand and the Seas entre otros.
En la década del cincuenta, el éxito alcanzado por el musical “West Side Story” estableció un estereotipo negativo del puertorriqueño ante el mundo. Aunque Chita Rivera en Broadway y Rita Moreno en Hollywood alcanzaron la cúspide artística, su asociación con la trama impidió juiciosamente convertirlas en la imagen de la Isla.
Los visuales y la letra de “Despacito” no enaltecen la imagen de la Isla. Asociarlos con la cara de Puerto Rico ante el mundo dramatiza una superficialidad e improvisación de los proponentes y un desconocimiento de las raíces, virtudes y valores de la nación puertorriqueña.